sábado, 15 de septiembre de 2012

COUNTDOWN TO RETIREMENT


Éste debe ser el único país del mundo donde existen fanáticos de Megadeth, ramoneros constituidos como tribu (con bandas ramoneras y todo), un partido maoísta; 18 y 1/2 partidos troskistas y tributos a Sabina. ¿Explicación probable? Tal vez el argentino se cree ciudadano de una comunidad global que no es tal, y en el afán de absorber cualquier expresión cultural externa terminamos siendo catalizadores de cosas realmente inverosímiles fuera de su contexto propio.

Sea cual fuere el motivo, la colorada Mustaine sabe cómo satisfacer los gustos del mercado metalero argentino con su PyME: Megadeth. Ya con un sólo empleado de planta -Dave Ellefson- y dos monotributistas flexibilizados que buscan reemplazar a Nick Menza y Marty Friedman, Megadeth regresó una vez más a la Argentina a renovar su compromiso con nuestros gauchos pelilargos ávidos de doble bombo y distorsión.

Para empezar debo decir que es un despropósito presentar a una banda norteamericana en el estadio Malvinas Argentinas. No se puede cobrar una entrada al costo que impone traer una banda del exterior y exponer al pobre contribuyente a los estentóreos sonidos que este auditorio permite. Aparte, el acceso es una garcha.


Más allá de eso, y como se dijo antes, la colorada still does the trick, y a fuerza de carisma y una sólida lista de temas -nunca es mala idea tocarse Countdown to Extinction completo- Mustaine hizo lo suficiente para que uno se vaya contento de pagar lo que pagó. Aún cuando aprovechó un intermedio y utilizó la devoción de su público para cultivar sus relaciones comerciales con la empresa de amplificadores Marshall. (Aviso que ayer 14 de Septiembre cumplió 50 años esta empresa y a la sazón, Mustaine cumplió 51 un día antes).

No hay mucho que no se pudiera adivinar sobre la lista de temas: la consigna eran 20 años de Countdown to Extinction. Si a esto se le suma un A Tout Le Monde sentimental y un cierre con Peace Sells seguido de Holy Wars se puede decir que se cumplieron todas las formalidades. Una grata sorpresa que la duración del show haya excedido por mucho los 50 minutos -exactamente una hora y 50- aunque el sonido dejó mucho que desear (en parte por el recurrente problema que nos presenta el Malvinas Argentinas y en parte porque en los shows en vivo Mustaine tiene el molesto hábito de no dignarse a cantar).

Pero lo que tenía que hacer lo hizo bien, y entre bandera va bandera viene, un "I love you" por acá y un "thank you" por allá logró de a poco ir equilibrando esa relación costo/beneficio que se da cada vez que alguien se gasta una cifra mayor a una Asignación Universal por Hijo buscando un poco de adrenalina thrashera.

Debo aclarar que de las 4 grandes del Thrash me quedo por mucho con Metallica, pero ahí ya no estamos hablando de una PyME sino de una multinacional. Y Napster la sigue teniendo adentro.


(¿Cuál prefieren, la original o el cover de Metallica?)

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