
Ezeiza, de Horacio Verbitsky.
El caso de Norma Kennedy es paradigmático. La militante del PC que en 1954 participaba en protestas contra el General Proudhon y tenía como fin máximo su derrocamiento, en 1974 (tan sólo 20 años después) manejaba el peronómetro y determinaba hasta dónde llegaban los límites de la doctrina justicialista.
Muchas Normas (y Normos) Kennedy hubo en la historia, y los seguirán habiendo. Estos sujetos que no se enamoran de los contenidos ideológicos, sino de la brutalidad. La Lealtad es su valor supremo, aunque sea difícil determinar el alcance de la misma. No son de Izquierda ni de Derecha, lo importante no es el programa ideológico sino acatar directivas y hacer cumplir los lineamientos a todo costo, sin fijarse cuáles son los lineamientos. El secreto reside en ser más papista que el papa.
Cuando integran una estructura de poder son más puristas que el mismo dirigente, y son los máximos intérpretes de los deseos del mismo. Allá donde el dirigente omitió hacer valer su autoridad, los Ultra están para asegurarse de que nadie escape a la doctrina. Si el dirigente por H o por B cambia su línea, entonces allí estarán los Ultra para hacérselo entender a los díscolos. Todo su accionar se convalida porque "así lo querría la conducción".
Poseen una verba inflamada, se expresan en términos dramáticos y anacrónicos, situación que los lleva a ver "traidores" en todos lados. Cuando no ven traidores, ven "liberales"; "Masones" o "Sionistas". Son los primeros en reclamar disciplina y "leña", aunque a la hora de ejecutarlo se lo dejan los demás.
Cuando la línea del dirigente ya no gusta tanto -o deja de convenir- entonces allá estará el Ultra reclamando la cabeza del dirigente con la máxima violencia, dispuesto a retomar el ciclo de la alcahuetería bajo otros cielos.