OLOR A RAMALLO

Cuando allá por el ´99 se debatía la Presidencia de la Nación, el entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde peleaba una batalla en dos frentes: por un lado disputaba votos con la Alianza que gozaba de todo el apoyo que puede dar la agencia mediática, y por el otro dirimía su interna con el entonces presidente Carlos Saúl Mén*m (que, como todos sabemos, fumaba abajo del agua).

En esta feroz interna donde volaron carpetazos y cadáveres, la Policía Bonaerense -que está muy formada en esto de tirar muertos- jugó un rol fundamental. La intervención más recordada de esta noble institución fue la masacre de Villa Ramallo, hecho que le acercó más votos a De La Rúa que todos los spots de Ramiro Agulla producidos por 4 Cabezas y todas las canciones de Kapanga.

Aprendiendo muy bien la lección de Tachuela, fue Felipe Solá a partir del 2003 el que con muy buen tino patrocinó una política que limitó el poder de la Policía Boanerense y respaldó la gestión de Arslanián; Juampi Cafiero y Saín, en miras de desarmar este sanguinario y caprichoso aparato capaz de hacer mucho daño a las aspiraciones electorales de cualquiera (Felipe es medio llorón; impaciente; sin códigos y mezquino, pero en eso fue vivo).

A partir del 2007, con la llegada de Daniel Scioli a la gobernación y la designación de Stornelli como Ministro de Seguridad, entramos al período de la restauración bonaerense y el regreso de la sangre azul. Las reformas y purgas ejecutadas por Arslanián y cia. fueron paulatinamente revertidas, restituyendo a la fuerza el poder de decisión que la anterior gestión le había transferido a manos civiles. Como pedía "la gente", se le soltó las manos a la policía.

Sospechamos que el gobernador Daniel Scioli en este momento debe estar rascándose la cabeza y preguntándose: "¿Qué cagada me mandé?"...