martes, 11 de diciembre de 2012

CONFLICTO DE PODERES


El 3 de Marzo de 1801 el presidente federalista John Adams vivía las últimas 24 horas de su gestión. Como los norteamericanos no son esencialmente diferentes a nosotros -o a cualquier ser humano- decidió utilizar estas últimas horas en el cargo para recompensar a sus afines políticos (y algún que otro pariente) antes de que el ejecutivo fuera asumido por Thomas Jefferson, nuevo presidente electo por el partido Democrático-Republicano. Aprovechando la mayoría que hasta el día siguiente mantendría el partido Federalista en ambas cámaras, hizo aprobar por el congreso una ley nombrando a 16 Jueces de Distrito y 42 Jueces de Paz. Desde ya, todos "cumpas del palo". Entre estos cumpas convencidos se encontraba el Sr. William Marbury, financista y talibán federalista que fuera designado Juez de Paz en el Distrito de Columbia.

Una vez aprobados los pliegos, sólo restaba una formalidad para perfeccionar el acto de gobierno: la notificación a quienes asumían los cargos. Se encomendó esta responsabilidad a John Marshall, secretario de estado en funciones y futuro presidente de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos de América. Como entonces no existían los automóviles y pocas casas tenían acceso a internet por wi-fi la notificación formal de los actos públicos no resultaba tan simple como hoy, debiendo cursarse por vía epistolar. Es dable pensar que no alcanzarían 24 horas para notificar a 58 magistrados a sus domicilios en plantaciones y estancias dispersas por toda la cuenca del Río Potomac. Entre los excluidos, como no podía ser de otra manera, se encontraba el Sr. William Marbury.


El 4 de Marzo finalmente asumió su cargo el presidente Thomas Jefferson, amigo de los niños y propietario de esclavos a la sazón. Su primer reflejo fue ordenar al nuevo Secretario de Estado, James Madison, que se frenasen todas las notificaciones pendientes en miras de devengar en abstractos los nombramientos, previa derogación de la ley aprobada 24 horas antes haciendo valer la nueva mayoría Democrática-Republicana en el Congreso.

El Sr. Marbury, que no se comía una, decidió plantear su demanda contra el Secretario de Estado directamente ante la Corte Suprema, salteándose las instancias preliminares mediante un recurso especial dispuesto por la Ley de Organización Judicial de 1789.-

Para hacer el relato lo más breve posible, nos limitaremos a decir que el máximo tribunal decidió que si bien los nombramientos eran formalmente válidos y el Ejecutivo tenía el mandato legal -y en última instancia constitucional- de llevar a cabo estas notificaciones, la Corte Suprema de Justicia no podría intervenir en el caso ya que no resultaba Competencia Originaria de este órgano jurisdiccional. Esto es así ya que el remedio legal que habilitaba al Sr. Marbury a presentarse directamente ante la Corte Suprema surgía de una ley que -en opinión de la corte- contradecía normas constitucionales y ningún poder está habilitado para actuar contra imperio de la Norma Fundamental. En otras palabras, Marbury tiene razón, el Ejecutivo debería haberlo notificado pero la Corte no puede hacer nada. Dato de color: el presidente de la Corte Suprema y principal cerebro de esta decisión fue el juez John Marshall, Secretario de Estado a quien se le encomendó el incumplido mandato legal.


En principio podríamos decir que la Corte Suprema no decidió nada, el Ejecutivo no cumplió con el mandato legal y el Sr. Marbury no encontró remedio institucional a su agravio. El Poder Ejecutivo se salió con la suya.

Sin embargo, mediante una lectura suspicaz de los hechos, podemos ver cómo si bien el Ejecutivo obtuvo lo que quiso en este caso particular y el Poder Legislativo mantuvo como trofeo la potestad de disponer lo que el Ejecutivo debería cumplir, el premio mayor se lo llevó el Poder Judicial ya que entonces la Corte Suprema se reservó para sí la facultad de determinar cuándo los otros poderes actúan en los márgenes del mandato constitucional y cuándo no. Estamos hablando del Control de Constitucionalidad por parte del Poder Judicial, el Dogma de Infalibilidad Papal de la institucionalidad secular. En un conflicto de poderes, es la Justicia la que dice quién tiene razón, siendo la intérprete última de la Constitución.


Éste es el famoso fallo Marbury vs. Madison, el Big Bang del Derecho Constitucional. Esto marcó un momento histórico ya que entonces se instituyó esa tradición jamás cuestionada de considerar a la Justicia como el poder que siempre tiene la última palabra. Aún por encima de lo dispuesto por la Constitución, que nada dice al respecto, la Corte Suprema se arrogó esta potestad aprovechando una coyuntura política puntual, sentando un precedente que aún a la fecha hegemoniza la tradición jurídica norteamericana.


Como a los argentinos siempre nos gustó dilapidar dólares comprando importado y en 1886 no existían secretarios de Comercio Interior tan violentos como el Sr. Guillermo Moreno, ese año nuestra Corte Suprema dictó mediante una interpretación forzada del Art. 31 de la Constitución Nacional el fallo Municipalidad de la Capital c/ Delortondo, recogiendo el mismo criterio y manteniendo esa bella tradición de decidir qué dice la constitución en base a principios que figuran difusamente en la misma (y más grave aún, esa tradición de calcar institucionalmente a otros países presuntamente mejores).

He ahí el fundamento por el cual cualquier persona que terminó el secundario y se las rebusca más o menos para leer el diario La Nación puede andar afirmando tranquilamente y con algún grado de respaldo empírico que "en un país serio" es la justicia la que debe disponer cuándo un gobierno puede hacer algo o no, sobre todo cuando se trata de un gobierno que no le gusta. Y somos todos felices pidiendo que se respete una constitución que nadie leyó.


Nunca está de más conocer los antecedentes políticos de nuestra tradición institucional, la coyuntura que la fue motivando y en algún momento repensar los fundamentos mismos de nuestra organización. Sobre todo en momentos en los que se pone en crisis la relación entre poderes, toda vez que un poder de la república decide mediante trabas procesales de último orden legitimar el incumplimiento de una ley promovida por el Ejecutivo; aprobada por el Legislativo con un apoyo multisectorial y de gran respaldo popular.

jueves, 6 de diciembre de 2012

SOCIALISMO PARA TODOS

"Es fácil hacer socialismo con plata del Estado". Más allá de algunos exabruptos o frases que fácilmente se pueden sacar de contexto, hay que reconocer que la Presidenta elabora grandes definiciones.

Claro, cada tanto la patea al corner con algunos excesos verbales o declaraciones que se prestan para el titular polémico. Buitres y Caranchos. Ésa fue la definición que Lanata estaba esperando ansioso para recordarnos a todos nosotros -la gente buena- que los jubilados la pasan mal, que son pobres y que el gobierno se les ríe en la cara, como tantos gobiernos antes, y así permitirnos ir a la cama con la tranquilidad de saber que nada cambió.

Para recordarnos también que el gobierno no cumple "lo que dice la ley". La ley es genial, es mágica. Como un Arquitecto Universal de la Creación, basta con que el legislador diga "Sea", y Es. Nuestra legislación es de avanzada, y si se cumpliera todo lo que dispone el cúmulo normativo de este país, seríamos Suiza. Existe un pequeño inconveniente, por supuesto: a la Ley hay que darle algún tipo de sustentabilidad material. Porque a la realidad no la convencés con un paper o con un estudio de la UNESCO. Y el hambre no se va a abolir mediante un fallo judicial, no importa que tan linda sea la legislación que se intente hacer cumplir o los ideales que la inspiraron.


Gobernar es mucho más difícil. Es un acto mucho más complejo que decir "RESUELVO:" y ordenar a otro que haga lo que dispone tu conciencia con recursos que vos desde ya no te ocupás de recaudar. Por eso es que tantos son diputados, y pocos son presidentes. Porque el presidente debe entender como nadie lo que significa la Razón de Estado, y lo ingrato que resulta tratar de llevar todo esto hacia algún lado. El juez se queda, y si lleva una carrera más o menos prolija sin meterse con nadie, se jubila juez (convengamos que no es un pobre jubilado de boina). 

El presidente se la juega, porque a los 4 años lo tienen que volver a votar, y si llega a chocar la nave no se puede presentar nunca más a nada. El Presidente debe comprender lo caro que es el socialismo, porque entre otras cosas, es responsable de reunir y administrar los recursos que utilizará el Legislador para decir lo que es bueno y que luego utilizará el juez para ordenar que se cumpla lo que está bien. Y tiene también que administrar los recursos con un grado de eficiencia suficiente como para que el Legislador y el Juez puedan llegar al ocaso de su vida percibiendo sus jubilaciones de privilegio. Si las cosas estallan, nadie le va a echar la culpa al Juez ni al Legislador, la cuenta la paga el Presidente. Nadie dice que el Presidente sea una víctima del sistema, no conozco a nadie que se haya ido endeudado del cargo. Pero si el Presidente no es víctima, convengamos que ni el Juez ni el Legislador son héroes. Mucho menos el periodista.


Cuando la Presidenta se refiere a buitres y caranchos, no está hablando de los jubilados. Está hablando de los abogados; jueces; periodistas y todos aquellos socialistas justicieros que se dedican a aprovechar la eterna injusticia jubilatoria para jaquear al gobierno que más hizo por los jubilados en los últimos 40 años, y de paso quedarse con algún margen de ganancia que utilizarán para viajar a Cuba.


Mejorar la jubilación de los pasivos siempre es justo, no tiene sentido negarlo. También es jurídicamente correcto. Los montos jubilatorios deben acomodarse a las sentencias existentes porque es lo correcto, y el gobierno debería crear un fondo especial a este exclusivo fin ya que resulta una prioridad además de una reivindicación urgente. Para financiarlo, podríamos cobrarle impuesto a las ganancias a los jueces.

lunes, 3 de diciembre de 2012

LOS 7 BARRABRAVAS


SINOPSIS:

Una peña de socios de Ferro contrata un micro para trasladarse a la localidad de Isidro Casanova y así poder seguir a su equipo que se enfrenta con Almirante Brown. Mas temerosos por su seguridad personal y ante las amenazas proferidas durante la semana por la hinchada del equipo matancero, deciden contactar a un grupo de Barrabravas profesionales sin amo ofreciéndoles entradas y estupefacientes a cambio de protección.

La mayor parte del film se desarrolla durante el encuentro deportivo, llegando a su punto álgido con la apertura del marcador 1 a 0 en favor de Ferro, hecho que propició la invasión de la tribuna visitante por parte de la parcialidad local. Entonces entran en acción los 7 heroicos Barrabravas defendiendo a los hinchas de la furia irracional y salvaje de la banda de La Fragata, plasmando de manera épica la cultura del Aguante, código de honor impertérrito que rige desde tiempos inmemoriales la vida del Barrabrava.

Finalmente, luego de regalarnos 30 minutos de emocionante lucha sin cuartel, el singular grupo regresa al barrio de Caballito, festejando en el micro y sin reparar que a pesar de resultado deportivo favorable, la refriega costó la vida de 5 de los intoxicados héroes. Entonces, ya olvidado por los otros y desde el fondo del vehículo, el mayor de los Barrabravas y líder del conjunto, "Popeye", presencia ajeno la euforia verdolaga y sentencia los hechos con una reflexión final que quedará por siempre en la historia del cine: "Nosotros no ganamos, nosotros perdimos. Los plateístas, en cambio, ellos siempre ganan".


Esta película puede ser considerada por algunos críticos como una apología a la violencia en el fútbol mas para el Anarka se trata de un homenaje al último personaje romántico que sobrevive a la posmodernidad, el Barrabrava. Éste se bate a duelo cada fin de semana y es capaz de sacrificar su vida por un ideal intangible como "El Aguante", demostrándole a los plateístas pequeño burgueses que aún es posible esa utopía de vivir "de la cabeza", sin importar "esas fotos que saca la federal".

Le pongo 4 Crestas Punk, dado que sólo se trata de una remake de Los 7 Samurai de Akira Kurosawa y que -como la hinchada de Ferro- no existe. Aún así sería bueno que alguien la filmara.

jueves, 8 de noviembre de 2012

POR UN PUÑADO DE DÓLARES


Alea jacta est. Nada de lo que se diga a esta altura puede llegar a revertir el hecho de que la convocatoria programada para esta tarde va a ser masiva. Mucho menos lo que se puede llegar a decir desde un blog marginal.

Y sí. La plaza va a estallar. Las razones son más o menos conocidas, y mucho sentido no hay en enumerarlas. Pero hay una razón que se impone por sobre todas. El argentino es un tipo que tiene pocas cosas sagradas, sólo dos. El fútbol y el dólar. Un gobierno se puede sostener tranquilamente sobre fútbol y dólar durante años hasta tanto no se tope con una crisis económica internacional de ésas que exigen un rebooteo del sistema.


Y estamos ya raspando los estrechos bordes de la carestía de dólares. No hay forma agradable de decirle al argentino -o más bien de hacerle entender- que el dólar no es ni tiene por qué ser un derecho. Sólo queda agachar la cabeza, cubrirse la cara con los puños y bancar contra las cuerdas las piñas. Bancar como nunca. Comérselas con humildad, hasta que al contrincante se le cansen los brazos y rogar quedar más o menos enteros para cuando suene la campana. Porque cada señora gritando ante el micrófono de TN es una piña. Cada paneo de la plaza va a ser un piñón. Y éste es un gobierno fuerte, tiene mucha espalda, sólo que tiene que saber cuándo guardar la jeta. Porque el contrincante venía rengo, pero rengo y todo tiene mucho poder de daño. Como decía un viejo sabio, hay que ver el daño que puede hacer un tipo con una pata rota. El contrincante pega a matar.



Hay que bancarse la tarde. Hay que bancarse la noche junto a las semanas subsiguientes con la cara bien cubierta y aguantar hasta el final del round.  Aguantar con la certeza de que va a haber otro round, sin dudas. Porque el contrincante tiene mucha bronca, pero también se cansa. Y nos agarró mal parados, como nos ha agarrado antes. No es la primera vez que estamos acá.


El dólar no se negocia. Estamos hablando de las reservas, la medida que tiene el Estado para demostrar su solidez. Sin reservas no hay Estado. Y sin Estado no hay país posible en el que se pueda vivir medianamente bien. No hay que ser cagón con esto. No hay que tener miedo de explicar por qué no puede ser de otra manera. Debemos comprender que a veces gobernar implica ir un poquito en contra del humor social, y saber comerse las piñas.

Y sí, nos van a putear. Van a prometer que no nos votan nunca más, y van a decir que los peronistas somos todos chorros. Ya lo hicieron antes. Y nosotros nos lo vamos a bancar, plantados en el rincón, contra las cuerdas. ¿Por qué? Porque podemos. Porque nadie más puede. Porque para bien o para mal, no existe en este país expresión política por fuera del peronismo que tenga la solidez necesaria para hacer lo que haga falta y  llevar al país -democráticamente- hacia algún lado. Porque es la responsabilidad que adquirimos en 2003; y renovamos en 2007 y 2011. La responsabilidad de entregar un país en buenas condiciones en el 2015, con nafta en el tanque y listo para que lo agarre el que viene, rogando a Dios que no lo choque.


La Razón de Estado se impone sobre el Humor Social. Si no empezamos a comprender eso, mejor que bajemos la persiana y nos olvidemos de tener un país.

¡FUERZA CRISTINA! ¡FUERZA COMPAÑEROS! ¡VIVA PERÓN! ¡VIVA NÉSTOR! ¡VIVA CRISTINA CARAJO!

sábado, 15 de septiembre de 2012

COUNTDOWN TO RETIREMENT


Éste debe ser el único país del mundo donde existen fanáticos de Megadeth, ramoneros constituidos como tribu (con bandas ramoneras y todo), un partido maoísta; 18 y 1/2 partidos troskistas y tributos a Sabina. ¿Explicación probable? Tal vez el argentino se cree ciudadano de una comunidad global que no es tal, y en el afán de absorber cualquier expresión cultural externa terminamos siendo catalizadores de cosas realmente inverosímiles fuera de su contexto propio.

Sea cual fuere el motivo, la colorada Mustaine sabe cómo satisfacer los gustos del mercado metalero argentino con su PyME: Megadeth. Ya con un sólo empleado de planta -Dave Ellefson- y dos monotributistas flexibilizados que buscan reemplazar a Nick Menza y Marty Friedman, Megadeth regresó una vez más a la Argentina a renovar su compromiso con nuestros gauchos pelilargos ávidos de doble bombo y distorsión.

Para empezar debo decir que es un despropósito presentar a una banda norteamericana en el estadio Malvinas Argentinas. No se puede cobrar una entrada al costo que impone traer una banda del exterior y exponer al pobre contribuyente a los estentóreos sonidos que este auditorio permite. Aparte, el acceso es una garcha.


Más allá de eso, y como se dijo antes, la colorada still does the trick, y a fuerza de carisma y una sólida lista de temas -nunca es mala idea tocarse Countdown to Extinction completo- Mustaine hizo lo suficiente para que uno se vaya contento de pagar lo que pagó. Aún cuando aprovechó un intermedio y utilizó la devoción de su público para cultivar sus relaciones comerciales con la empresa de amplificadores Marshall. (Aviso que ayer 14 de Septiembre cumplió 50 años esta empresa y a la sazón, Mustaine cumplió 51 un día antes).

No hay mucho que no se pudiera adivinar sobre la lista de temas: la consigna eran 20 años de Countdown to Extinction. Si a esto se le suma un A Tout Le Monde sentimental y un cierre con Peace Sells seguido de Holy Wars se puede decir que se cumplieron todas las formalidades. Una grata sorpresa que la duración del show haya excedido por mucho los 50 minutos -exactamente una hora y 50- aunque el sonido dejó mucho que desear (en parte por el recurrente problema que nos presenta el Malvinas Argentinas y en parte porque en los shows en vivo Mustaine tiene el molesto hábito de no dignarse a cantar).

Pero lo que tenía que hacer lo hizo bien, y entre bandera va bandera viene, un "I love you" por acá y un "thank you" por allá logró de a poco ir equilibrando esa relación costo/beneficio que se da cada vez que alguien se gasta una cifra mayor a una Asignación Universal por Hijo buscando un poco de adrenalina thrashera.

Debo aclarar que de las 4 grandes del Thrash me quedo por mucho con Metallica, pero ahí ya no estamos hablando de una PyME sino de una multinacional. Y Napster la sigue teniendo adentro.


(¿Cuál prefieren, la original o el cover de Metallica?)

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