Aún así la percepción es fuerte, y tanto que la Inseguridad encabeza las preocupaciones de la agenda pública. Objetivamente, ¿Debería ser así? No. Pero tampoco deja de ser razonable que genere preocupación.
Las expectativas de cada uno se ven fuertemente condicionadas por la historia. Si un Somalí leyera los indicadores de desnutrición infantil registrado en la Argentina a medidados del 2002, diría con envidia: ¿De qué se quejaban tanto? Para el Argentino promedio fue catastrófico, ya que se alcanzaron niveles jamás registrados en al menos 70 años.
Con la inseguridad ocurre lo mismo. Un Venezolano dirá que andar por Camino Negro es tan seguro como caminar por Champs Elyseé, y con razón ya que los indicadores de delitos violentos en Venezuela son los más altos de América Latina. Nosotros somos tan amateurs en esto como en el baseball, materia en la que Venezuela también nos pasa le trapo.
Sin embargo, un argentino dirá que hemos alcanzado niveles de violencia delictiva alarmantes si los comparamos con lo vivido 15 o 20 años atrás (y 20 años no es nada canataba algún yorugua...). Esta inquietud está presente en la conciencia de muchos, y a menos que encuentre una respuesta adecuada o al menos una explicación convincente por parte del poder político -oficialista tanto como opositor- quedará a la merced de la manipulación de diversas agencias que lucran con La Inseguridad (desde tablóides sensacionalistas hasta empresas de seguridad privada; proveedores de armamento y colombianos narcos que quieren ser presidentes).
Estamos de acuerdo, es una sensación térmica. Pero esta explicación no alcanza ya que muchos la creen real, y junto con la Inflación (otro capítulo aparte) serán los dos ejes de la campaña presidencial próxima. Y como todos sabemos, en política -como en la vida- es más importante saber argumentar que tener razón.