MAGNETISMO COMERCIAL

Desde hace un par de años en la Argentina se viene dando un fenómeno particular: cualquier ciruja que viene de afuera te hace 2 o 3 Rivers y los llena. Así es como por ahí viene el segundo baterista de Jazzy Mel y te llena 4 estadios con gente que tal vez en su puta vida escuchó Jazzy Mel, pero que va "a ver qué onda", con la convicción de que tienen que ir porque se trata de un evento generacional. El público de estos mega-recitales se compone de gente con gustos musicales poco definidos, pero con $200 para pagar una entrada de lo que venga, y entonces -difusión publicitaria mediante- un día te va a ver Madonna; al otro día te va a ver Roger Waters y después se pega una vueltita por el recital de Sabina. El recital de AC/DC no escapó a esto, pero con Metallica fue otra la historia.

A la banda le gusta más la plata que dormir. Eso está claro, se empezó a sentir a partir de Load y se volvió hartoevidente con el juicio contra Napster a raíz de la piratería de MP3. En defensa de la banda puedo decir: ¿A quién no le gusta la plata? ¿Quién puede juzgar a un grupo de flacos que se juntaban a tocar en un garage, y que le encontraron la manija a la pelota con las baladas metálicas que sonaban aceitadamente en un disco de tapa negra? ¿Acaso los Rolling Stone tocan gratis? Yo -como tantos otros aficionados al metal- no podría juzgarlos porque si no fuera por la M, nunca habría llegado a escuchar metal. Triste pero real.

Es una banda comercial, y sería un estúpido el que así no lo viera aunque más estúpido sería quien se indigne por ello. Pero si algo quedó claro en estas dos presentaciones porteñas es que Hetfield bien podría candidatearse para algún cargo electivo, y sin lugar a dudas sería elegido. A Ulrich en cambio le toca representar el papel del ortiba, papel que lleva adelante con la mayor de las dignidades.

Al recital -en sus dos presentaciones, a las que tuvimos la suerte de poder asistir- no le faltó nada. Los temas que faltaron el jueves los terminaron tocando el viernes, y la apuesta de arrancar con Creeping Death fue una apuesta ambiciosa que surtió buenos resultados. Pero lo impresionante es que arrancando tan arriba, la banda supo mantener ese nivel por dos horas sin empantanarse demasiado en canciones del último disco. Todo indicaría que tocando viejos clásicos (entre los que no faltaron Master of Puppets; For whom the bell tolls; The four horsemen y Wherever I may roam) la banda trató de compensar el plantón que muchos hemos sufrido en el 2003, y en mi caso lo logró aunque mi costado más careta hubiera agradecido un Whisky in the jar. La actitud culposa de la banda llegó hasta el punto de cerrar con el tan aclamado Seek and Destroy, canción que fuera negada al público en 1999 (ese año el Anarka andaba por sus tiernos 17 añitos y ya estaba en River puteando porque no tocaban Seek and Destroy).

La conexión que se dió entre el público y la banda superó por mucho a lo visto en AC/DC, bastando con decir que el público de Metallica sabía las letras de las canciones que escuchaban. Tal vez sería el hambre que había de Metallica; el fanatismo de un público de genuinos seguidores o quizás el oficio que tienen estos ya veteranos metaleros -ninguno baja de 46- para dejar a un público jadeante pero feliz.

Por ahí habría sido un mejor espectáculo si se hubiera invertido un poco más en la puesta en escena, brindándonos a los leales pagadores de $230.- un escenario más espectacular (haciendo una salvedad por las llamaradas, cuyo calor se sentía en el rostro a más de 15 metros de distancia). Aún así, lo vivido estos dos días bastó para dejarme con las ganas de estar en Córdoba en este momento para presenciar el último recital que brindarán para un público de 10.000 espectadores (casi una función privada). ¿A nadie le sobra una entrada?

PD: QUÉ GROSO QUE EL JUEVES HAYAN TOCADO LAST CARESS!!!