lunes, 20 de octubre de 2008

EL BARRIO SE PUSO LA GORRA

Imaginemos que estamos en un barrio. Imaginemos además, que los vecinos del barrio, hartos de ciertos manejos sucios que tenía la policía de la zona, decidieron prescindir de sus servicios y elegir un vecino de entre ellos mismos para que se ocupe de la seguridad del barrio. Supongamos, finalmente que este vecino, elegido por la mayoría, se llama Aníbal.

La policía empezó a añorar las épocas en las que manejaba el barrio, porque podía hacer muy buenos negocios sacándole plata a los travestis y mangueando pizza a los comerciantes decentes. Entonces decidieron terminar con esta situación y recuperar lo que era suyo.

Para lograr esto, decidieron desacreditar a nuestro pobre Aníbal, tratando de incriminarlo en un escándalo de barrio de esos que tienen como única salida el exilio. Entonces, hicieron correr el rumor de que Aníbal tuvo relaciones con un travesti que para en la esquina de su casa, a raiz de que una noche lo vieron caminando solo por esa esquina.

El sr. Aníbal, contrariado, negó rotundamente lo que afirmaba la policía, alegando que fue a comprar el pan. Su mujer además, asegura que Aníbal no tardó más que 5 minutos en ir y volver.

Los vecinos entonces, decidieron preguntarle a la panadera, la sra. María Luján, si es verdad que esa noche Aníbal fue a comprar el pan. María Luján confirmó la versión de Aníbal. Y no sólo eso, sino que además afirma que dos policías la fueron a visitar a la panadería, la intimidaron y le ofrecieron plata para que confirme la historia del travesti. (Por suerte la señora María Luján no sólo está muy buena, sino que además es una persona de principios y rechazó la oferta).

Los policías vieron cómo su historia sozobra frente a los hechos, y por un momento pensaron que habían fracasado. Pero fue entonces cuando se les ocurrió llamar a la chismosa del barrio, la señora Jorgelina. La señora Jorgelina es una vecina que no puede ni ver a Aníbal, y que es famosa por su lengua venenosa.

Enseguida Jorgelina se puso en acción e hizo correr el rumor de que Aníbal tiene un amigo que es gay (rumor que es cierto) y que a pesar de que es gay nunca dejó de tratarlo. Además empezó a decir por todos lados que la señorita María Luján es medio "rapidita" (La sra. Jorgelina tiene la actitud moral típica de una vieja de barrio).

Por otro lado, un viejito del barrio que ya está medio tarado, llamémosle Pino, empezó a decir que en su época el barrio era más tranquilo, que no había tanto travesti (cosa que no deja de ser verdad) y reprochó la actitud tolerante del Sr. Aníbal hacia los trabajadores transexuales. Incluso llegó al extremo de decir que si Aníbal es tan tolerante con ellos, es porque muy probablemente se los comía.

Este último razonamiento, carente de toda validez, pegó mucho entre los vecinos. A pesar de que el barrio había mejorado bastante, y que las pizzerías estaban ganando más plata, muchos vecinos empezaron a tenerle bronca a Aníbal. Los pizzeros se quejaban de que los travestis le paraban en la puerta, y que eso antes no pasaba.

Algunos vecinos que simplemente codiciaban el cargo de delegado de seguridad y no lo pudieron obtener con los votos, aprovecharon la situación y empezaron a repetir esto por todos lados. En la verdulería, en la peluquería, en el club. Hasta Luis Abelardo, el comisario retirado, empezó a tirarle mierda a Aníbal, usando las mismas palabras que el viejito Pino. El discurso vigilante se había puesto de moda.

El malestar de los vecinos fue creciendo, y Aníbal era cada vez peor visto. Por la calle a veces le gritaban "Cometrabas", le chiflaban, los chicos le escupían. A la srita. María Luján le decían "Meretriz", "Solipanta" y todo tipo de improperios. Al principio Aníbal aguantó todo esto, pero en un momento se cansó y mandó todo a la mierda, renunciando al cargo de Delegado del barrio.

Muchos vecinos festejaron la tan anhelada renuncia. Sentían que por fin estaban haciendo algo por ellos mismos. Sintieron que el barrio por fin se ponía de pie contra la mafia corrupta de los travestis. Los pizzeros sintieron que al fin iban a poder trabajar tranquilos. El sr. Luis Abelardo salió a festejar a la calle con su esposa Cecilia, tirando tiros al aire al grito de "¡Es justo y necesario!". Pino se abrazaba con Jorgelina. Era la hora del cambio.


Y el cambio llegó, porque después de que se fue Aníbal, nunca más se volvió a elegir un delegado de la seguridad del barrio. La policía volvió a ocuparse directamente de la seguridad. Hoy en día el barrio sigue plagado de travestis, los policías no sólo se comen los travestis sino que además ni les pagan, y encima les sacan plata. Las pizzerías están a merced de los mangueos oficiales. Muchas tuvieron que cerrar debido a las pérdidas que le ocasionaban los recurrentes mangueos.

La señora Jorgelina sigue difundiendo sus rumores venenosos, ya que cuando peor andan las cosas, más le gusta a la gente escuchar a Jorgelina.

El señor Pino siguió por un tiempo denunciando a los policías que se comen travas. Descubrió con desagrado que a los vecinos no les molestaba tanto esto, lo que en realidad les molestaba es que Aníbal era peronista. Hoy sigue viviendo en el barrio, se compró una cámara filmadora y se dedica a filmar avistamientos de OVNIs, ya que nadie le presta atención.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente! Es Suponete 3.
Lo maximo

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